miércoles, 27 de octubre de 2010

Ellas, las mudas

No hablan,


gruñen,

gritan,

sueltan feroces alaridos

que el aire

y la carne

atraviesan.

No dialogan,

silencian,

paralizan,

hielan la sangre

y queman.

Ríos de sangre,

manchas espesas,

luego vienen

los llantos de pena,

los cuerpos vacíos

sin nada de esencia

yacen inertes

en las aceras.

Sangre y

agua salada

en el suelo

se mezclan,

el brebaje

mortífero

de las mudas

abyectas.

Luego se marchan,

se alejan,

dando aullidos

a diestra

y siniestra,

esparciendo veneno,

inculcando

terror.

No hablan,

gritan,

y en medio del ruido,

silencian.


Belén Plascencia09 de septiembre de 2010

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