Un
río de almas fluye vertiginosamente hacia mi encuentro, pisadas van y vienen en
el bullicio de la estación del metro, yo permanezco inmóvil, en medio, sintiendo
la fuerza que me jala con la gravedad de sus movimientos. No huyo, me quedo,
sólo observo, siento. Como atrapada en la mitad de una avenida donde los autos
pasan provocando vértigo, como si fuese a caer horizontalmente en el vacío
incierto, como en medio de una batalla de ráfagas de luz que amenazan con un
choque eléctrico. Cae la lluvia, traspasa el suelo y nuevamente cae del cielo,
y yo sigo en medio, sin mojarme, sin movimiento. Como en el centro de un bosque
de hojas impulsadas por el viento, que en remolinos giran y suben al cielo para
luego perder altura y como pieles de araña caer al suelo. En medio, siempre en
medio. Entre la roca y la cascada que se precipita con estruendo. Adentro de la
espiral que revoluciona sin cesar hacia su centro. En medio, siempre en medio,
como aparecer en medio de un concierto, en medio de la orquesta ejecutando en
pleno “alegro”, rodeada de manos que se mueven melodiosamente para alternar con
el silencio. Como estar en un panal
entre el zzzizeo de los insectos… y su aleteo. En medio, siempre en medio, en
medio de esta vida loca que se esfuma sin remedio.
Belen Plascencia
27 de octubre
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