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Sin ser palabras aún nadan en mi torrente sanguíneo desde el corazón hasta cada una de las partes de mi cuerpo. Son espíritus llenos de vida y luz, amorfos, abstractos, disueltos. Danzan entre sí, se mezclan, se cruzan, se besan, forman remolinos, vibran y parpadean... se confunden unos con otros, se hacen uno solo para para separarse después en busca de la definición. Un instante. Un par de horas. Toda una vida para poder salir de la que es su prisión y a la vez su santuario. Esa búsqueda incansable de la materialización de estos espíritus que buscan adoptar formas que sobrevivan en el exterior, que sean percibidas, captadas o entendidas por la naturaleza sensible de un ser receptor.
Y en algún momento de su intrincada existencia, de su devenir en el tiempo, en la consciencia y en la inconsciencia, saldrán a la superficie como sudor escapando por los poros del cuerpo, como sangre caliente brotando a borbotones, hastiada de la cárcel en la que se han convertido las venas, o como lágrimas que libera el mar cuando parece que no puede contener más agua, como si disminuyera su carga liberando unas cuantas gotas que corren sin cesar formando ríos en la cara y desembocaduras en los labios, en el pecho, en la ropa, en el suelo sediento que las recibe agradecido.
Es entonces cuando se encontrarán con el lenguaje e intentarán vestirse con sus ropas, calzar su zapatos, construir combinaciones distintas hasta encontrar la que se adapte mejor. Se pintarán con sus matices, se pondrán sus máscaras, tomarán sus alas prestadas para volar, para fluir con el viento y las corrientes marinas, pero también contra corriente, en tormentas de arena y en medio de un huracán. Agrupadas como las hormigas, como aves volando juntas con la forma de un volcán, viajarán por el mundo en búsqueda de flores que quieran escuchar, nidos que quieran ver y corazones ansiosos por palpitar.
Será el regreso a ese mundo abstracto en el que nada tiene forma, turbulento, confuso, con cintas de casette enrededas y laberintos sin resolver, tan parecido al anterior y asombrosamente innovador. Es un nuevo mundo que será su casa y de la misma manera será su prisión. ¿Saldrán algún día? Eso no lo sabes tú, ni lo sé yo. Yo sólo sé que si no salen algunos se ahogan en el interior, se marchitan, se asfixian, se mueren alimentando capas y capas de humus en un bosque sin regeneración; otros se convulsionan, arden, queman y envenenan el corazón.
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